La isla fantasma

Por: Patricia Bohórquez

Algunos la llaman la isla fantasma, otros, la isla del infierno. Su nombre oficial es Hashima y es una pequeña isla deshabitada de la costa suroeste de Japón. Hoy, una singular atracción turística, hace sesenta años el lugar más densamente poblado del planeta del que muchos quisieron escapar.

Gunkanjima, como también se conoce por su forma de buque de guerra acorazado (por las murallas de protección y los edificios) estuvo habitada entre 1887 y 1974 por miles de trabajadores (y sus familiares) atraídos por la extracción de enormes cantidades de carbón de la mina que se encontraba en el subsuelo marino de la isla.

En apenas 480 metros de largo, 160 metros de ancho y un perímetro de poco más de 1 kilómetro, llegó a existir una población de 5.300 habitantes, lo que históricamente supone una de las mayores densidades registradas en el mundo. Familias de hasta 5 personas vivían en diminutos departamentos de 10 metros cuadrados, distribuidos en 50 edificios de hormigón (los primeros grandes edificios residenciales de todo Japón). La isla además, contaba con escuela, hospital, casino, cine, hotel, gimnasio, restaurantes, tiendas, piscinas, cancha de tenis, comisaría y un burdel. Para dar cabida a tanta gente en un área tan pequeña era preciso construir en cada pedazo de tierra.

Durante la Segunda Guerra Mundial muchos japoneses se unieron al ejército, por lo que el gobierno nipón obligó a prisioneros chinos y coreanos en calidad de esclavos a cubrir los puestos vacíos de la mina. Cientos de estos hombres perecieron como consecuencia de la desnutrición, las duras condiciones de trabajo, la violencia a la que fueron sometidos y los accidentes subterráneos. Muchos otros murieron intentando escapar saltando desde lo alto de las murallas.

En 1974 Mitsubishi (la empresa operadora) anunció el cierre de la mina debido a la disminución del consumo de carbón en beneficio del petróleo. En cuestión de tres meses la isla quedó completamente abandonada. En el año 2015 fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco.

Video cortesía: Patricia Bohórquez

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